lunes, 26 de marzo de 2007

La noche sosegada de los sueños...

La noche iba pasando, y en el alborear de ese nuevo día, se sentía tibio y embriagante, un aroma a maíz, caña y miel.

Yo estaba sentada, cubierta por el rocío del nuevo amanecer, sin miedo y con los ojos y los oídos bien abiertos para escuchar el canto de los pájaros que anuncian la llegada de un nuevo día y mirando atenta, una pequeña flor de aroma exquisito y belleza embriagante que se mantenía viva en medio de tantas hierbas, piedras y otro motón de cosas que parecían asfixiarla, a mí se me antojaba cortarla y tenerla en mis manos, meterla en un libro y ¿aprehender? el recuerdo de aquél momento.

Después de mucho rato de contemplación de la flor, del horizonte y de poner el rostro hacia el cielo mirando las estrellas, vislumbre una figura que se acercaba hacia mí e intentaba reconocerla, en medio de esa oscuridad . No le quité la mirada ni un solo momento, porque además, el corazón me latía fuertemente por una especia de miedo, cuando de pronto, se me acercó una señora de edad mayor; iba vestida con una falda larga, una chalina de lino muy blanco, sus cabellos trenzados y sostenidos por un listón verde y en su piel tenía las marcas hechas de sol, de experiencia, de sabiduría... y mirándome a los ojos me dijo: niña, no mires al poniente, de allá no verás nada.

Mira allá, dijo señalando con su dedo, mira al oriente, pero sobre todo, mira y escucha al centro, aquí, me dijo (al mismo tiempo que ponía mi mano en mi corazón) Ahí es donde tienes que mirar y escuchar; el mejor sonido, es el que nace en tu ser y lo escucharás sólo si te mantienes atenta.

Yo me quedé sin palabras, la sorpresa y el miedo que se habían despertado al no reconocer la figura, me habían dejado muda, sentía que algo dentro de mí se quemaba, sentía vientos que luchaban y se esforzaban por establecer su espacio, su territorio.

Poco a poco me fui soltando, poco a poco fui perdiendo el miedo, mientras las sombras iban desapareciendo y en el horizonte, allá, detrás de la hermosa laguna, el sol empezaba a despuntar.

La mujer me hizo una seña para seguirla,algo me quería decir, yo intenté ponerme de pie y seguirla; eso sí, no sin antes ir a cortar la hermosa flor y estaba a punto de hacerlo, cuando de pronto me hablaron: Lucero, Lucero... me dijeron, era la voz de Martha mi superiora, que quería darme un recado, pues eran las 6:20 de la mañana y ella estaba a punto de salir. Era necesario despertarme.

Y me di cuenta que todo había sido un hermoso y misterioso sueño, hermoso como la flor que en medio de todas la hierbas se mantenía viva para cumplir su objetivo de esparcir su aroma por el lugar, de manera que todo el que pasara, se alejara embriago por él.

Y como nada fue real, pos ya nos vemos, los dejo para intenar seguir soñando...


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