
Me encontré una página web dedicada a él, muy completa y muy interesante; por si a alguien le interesa profundizar sobre este autor, pos aquí les paso la dirección.
http://www.nietzscheana.com.ar/index.html
Este autor mueve el tapete, se los aclaro, pero ayuda mucho a tener una visión diferente de la vida, de la historia, del hombre, de Dios... Disfrútenlo y no se dejen vencer...
Aquí los dejo con él y un fragmento de su obra: Mas allá del bien y del mal
Prólogo
Suponiendo que la verdad sea una mujer -, ¿cómo?, ¿no está justificada la sospecha de que todos los filósofos, en la medida en que han sido dogmáticos, han entendido poco de mujeres?, ¿de que la estremecedora seriedad, la torpe insistencia con que hasta ahora han sólido acercarse a la verdad eran medios inhábiles e ineptos para conquistar los favores precisamente de una mujer? Lo cierto es que ella no se ha dejado conquistar: - y hoy toda especie de dogmática está ahí en pie, con una actitud de aflicción y desánimo. ¡Si es que en absoluto permanece en pie! Pues burlones hay que afirma que ha caído, que toda dogmática yace por el suelo, más aún, que toda dogmática se encuentra en las últimas.
Hablando en serio, hay buenas razones que abonan la esperanza de que todo dogmatiza en filosofía, aunque se haya presentado como algo muy solemne, muy definitivo y válido, acaso no haya sido más que una noble puerilidad y cosa de principiantes; y tal vez esté muy cercano el tiempo en que se comprenderá cada vez más qué es lo que propiamente ha bastado para poner la primera piedra de esos sublimes e incondicionales edificios de filósofos que los dogmáticos han venido levantando hasta ahora, - una superstición popular cualquiera procedente de una época inmemorial (como la superstición del alma, la cual, en cuantos superstición del sujeto y superstición del yo, aún hoy no ha dejado de causar daño), acaso un juego cualquiera de palabras, una seducción de parte de la gramática o una temeraria generalización de hechos muy reducidos, muy personales, muy humanos, demasiado humanos.
La filosofía de los dogmáticos ha sido, esperémoslo, tan sólo un hacer promesas durante milenios: como lo fue, en una época más antigua aún, la astrología, en cuyo servicio es posible que se haya invertido más trabajo, dinero, perspicacia, paciencia que los invertidos hasta ahora a favor de cualquiera de las verdaderas ciencias: - a ella y a sus pretensiones sobrenaturales se debe en Asia y en Egipto el estilo grandioso de la arquitectura. Parece que todas las cosas grandes, para inscribirse en el corazón de la humanidad con sus exigencias eternas, tienen que vagar antes sobre la tierra cual monstruosas y tremebundas figuras grotescas; un de esas figuras grotescas fue la filosofía dogmática, por ejemplo la doctrina del Vedanta en Asia y en Europa el platonismo.
No seamos ingratos con ellas, aunque también tengamos que admitir que el peor, el más duradero y peligroso de todos los errores ha sido hasta ahora un error de dogmáticos, a sabe, a la invención por Platón del espíritu puro y de bien en sí. Sin embargo, ahora que ese error ha sido superado, ahora que Europa respira aliviada de su pesadilla y que al menos le es lícito disfrutar un mejor - sueño, somos nosotros, cuya tarea es el estar despiertos, los herederos de toda la fuerza que la lucha contra ese error ha desarrollado y hecho crecer. En todo caso, hablar del espíritu y del bien como lo hizo Platón significaría poner la verdad cabeza abajo y negar el perspectivismo, el cual es condición fundamental de toda vida; más aún, en cuanto médicos nos es lícito preguntar: ¿de dónde procede esa enfermedad que aparece en la más bella planta de la Antigüedad, en Platón? ¿es que la corrompió el malvado Sócrates?, ¿habría sido Sócrates, por tanto, el corruptor de la juventud?, ¿y habría merecido su cicuta? - Pero la lucha contra Platón o, para decirlo de una manera más inteligible para el pueblo, la lucha contra la opresión cristiano-eclesiástica durante siglos -pues el cristianismo es platonismo para el pueblo- ha creado en Europa una magnifica tensión del espíritu, cual no la había habido antes en la tierra: con un arco tan tenso nosotros podemos tomar ahora como blanco las metas más lejanas. Es cierto que el hombre europeo siente es tensión como un estado penoso; y ya por dos veces se ha hecho, con gran estilo, el intento de aflojar el arco, la primera, por el jesuitismo, y la segunda, por la ilustración democrática: - ¡a la cual le fue dado de hecho conseguir con ayuda de la libertad de prensa y de la lectura de los periódicos, que el espíritu no se sintiese ya tan fácilmente a sí mismo como penosidad! (Los alemanes inventaros la pólvora - ¡todos mis respetos por ello!, pero volvieron a repáralo-, inventaron la prensa.) Mas nosotros que no somos ni jesuitas, ni demócratas, y ni siquiera suficientemente alemanes; nosotros los buenos europeos, y espíritus libres, muy libres - ¡nosotros la tenemos todavía, tenemos la penosidad toda del espíritu y la entera tensión de su arco! Y acaso también la flecha, la tarea y, ¿quién sabe?, incluso el blanco...
4 La falsedad de un juicio no es para nosotros ya una objeción contra el mismo; acaso sea en esto en lo que más extraño suene nuestro nuevo lenguaje. La cuestión está en saber hasta qué punto ese juicio, favorece la vida conserva la vida, conserva la especie, quizá incluso selecciona la especie; y nosotros estamos inclinados por principio a afirmar que los juicios más falsos (de ellos forman parte los juicios sintéticos a priori) son los más imprescindibles para nosotros, que el hombre no podría vivir si no admitiese las ficciones lógicas, si no midiese la realidad con la medida del mundo puramente inventado de lo incondicionado, idéntico-a-sí-mismo, si no falsease permanentemente le mundo mediante el número, - que renunciar a los juicios falsos sería renunciar a la vida, negar la vida. Admitir que la no-verdad es condición para la vida: esto significa, desde luego, enfrentarse de modo peligroso a los sentimiento de valor habituales; y una filosofía que osa hacer esto se coloca, ya sólo con ello, más allá del bien y del mal.
7 ¡Qué malignos pueden ser los filósofos! Yo no conozco nada más venenoso que el chiste que Epicuro se permitió contra Platón y los platónicos: los llamo dionysiokolakes. Esta palabra según su sentido literal, y en primer término significa aduladores de Dionisio, es decir agentes del tirano y gentes serviles; pero además, quiere decir todos ellos son comediantes, en ellos no hay nada autentico (pues dionysokolax era una designación popular del comediante) Y en esto último consiste propiamente la malicia que Epicuro lanzó contra Platón; a él le molestaban los modales grandiosos, el ponerse uno a sí mismo en escena, cosa de que tanto entendían Platón y todos sus discípulos, - ¡y de la que no entendía Epicuro!, él, el viejo maestro de escuela de Samos que permaneció escondido en su jardincillo de Atenas y escribió trescientos libros, ¿quién sabe?, ¿acaso por rabia y por ambición contra Platón? - Fueron necesarios cien años para que Grecia se diese cuenta de quién había sido aquel dios del jardín, Epicuro. -¿Se dio cuenta? 16Sigue habiendo cándidos observadores de sí mismos que creen que existen certezas inmediatas, por ejemplo yo pienso, o, y ésta fue la superstición de Schopenhauer, o quiero: como si aquí, por así decirlo, el conocer lograse captar su objeto de manera pura y desnuda, en cuanto cosa en sí, y ni por parte del sujeto ni por parte del objeto tuviese lugar ningún falseamiento. Pero que erteza inmediata, así como onocimiento absoluto y cosa en sí encierran una contradictio in adjecto, eso lo repetiré yo cien veces: ¡deberíamos liberarnos por fin de la seducción de las palabras! Aunque el pueblo crea que conocer es un conocer-hasta-el-final, el filósofo tiene que decirse: cuando yo analizo el proceso expresado en la proposición yo pienso obtengo una serie de aseveraciones temerarias cuya fundamentación resulta difícil, y tal vez imposible, - por ejemplo que yo soy quien piensa, que tiene que existir en absoluto algo que piensa, que pensar es una actividad y el efecto de un ser que es pensado como causa, que existe un yo y, finalmente, que está establecido qué es lo que hay que designar con la palabra pensar, - que yo sé qué es pensar.
Pues si yo no hubiera tomado ya dentro de mí una decisión sobre esto, ¿de acuerdo con qué apreciaría yo que lo que acaba de ocurrir no es tal vez querer o sentir? En suma ese yo pienso presupone que yo compare mi estado actual con otros estados que yo conozco ya en mí, para de ese modo establecer, lo que tal estado es: en razón de ese recurso a un saber diferente tal estado no tiene para mí en todo caso una certeza inmediata. - En lugar de aquella certeza inmediata en la que, dado el caso, puede creer el pueblo, el filósofo encuentra así entre sus manos una serie de cuestiones de metafísica, auténticas cuestiones de conciencia del intelecto, que dicen así: ¿De donde saco yo el concepto pensar? ¿Por qué creo en la causa y en el efecto? ¿Qué me da a mí derecho a hablar de un yo causa de mis pensamientos? El que, invocando una especie de intuición del conocimiento, se atreve a responder enseguida a esas cuestiones metafísicas, como hace quien dice: yo pienso, y yo sé que al menos esto es verdadero, real cierto - ése encontrará preparados hoy en un filósofo una sonrisa y dos signos de interrogación. Señor mío, le dará tal vez a entender el filósofo, es inverosímil que usted no se equivoque: más ¿por qué también la verdad a toda costa?
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