jueves, 7 de febrero de 2008

Desde la Sierra Tarahumara

Pos ya ni pedir perdón es bueno por tanto silencio, pero si les cuento todas las cosas que me han sucedido, les juro que sí me perdonarían.




Para empezar, la vivencia de todo lo que significó la celebración de la Navidad, posadas aquí y allá: con las jóvenes del grupo de la Parroquia, nos fuimos a celebrar una posada para los niños del área de oncología del Centro Médico de Occidente en Guadalajara, eso significó varios días de preparación, conseguir pastel, dulces para los bolos, juguetes, comida para llevarles, pero la comunidad parroquial y también mi familia colaboraron para ello, así que nos fuimos una tarde y gozamos (en medio de lo doloroso que significa ver a los niños sufrir por enfermedad) al ver las sonrisas y los ojitos iluminados, como si tuvieran estrellitas en ellos, al recibir un juguete, un bolo, un trozo de pastel o lo que pudimos darles, fue un momento en el que Dios estaba presente, en el rostro de esos pequeñitos y de sus padres, con los que pudimos conversar un poco, mientras recorríamos las diferentes salas de hospitalización.




Luego las posadas en la fundación CANICA, (Centro de Apoyo a Niños con Cáncer) donde yo estaba colaborando como voluntaria y que viví con mucho gozo acompañando a toda la gente linda que hace posible ese proyecto de apoyo a estos pequeños que viven con el cáncer y a sus familias.


Luego había que hacer silencio y oración para preparar el corazón al gran acontecimiento de celebrar la presencia del Hijo de Dios hecho hombre entre nosotros, de hecho, tuve tiempo para el silencio, porque me dio gripe y fiebre, así que la noche del 24, no pude ni participar en la celebración, me la pasé en casa bien abrigadita.


También vino, como jugando carreras con todo esto, la celebración del II Congreso de la Misión Única del Instituto, con la participación de hermanas y laicos colaboradores;

fue un momento muy bello y enriquecedor, además, me encontré con hermanas que hace tiempo no veía y eso alegró mi corazón.


Luego me llamaron para pedirme un nuevo cambio – ando del tingo al tango – a la Sierra Tarahumara, zona de misión en Chihuahua, al norte de México, así que sólo tuve unos días, entre vacaciones de familia, para preparar mis cosas y partir rumbo a Baborigame, el poblado en el que yo viviría, porque la sierra es enorme y las distancias grandes entre un pueblo y otro.




La Sierra Tarahumara forma una sola diócesis organizada en cuatro vicarías pastorales, con 122 religiosas, 12 religiosos, que no son curas y 39 sacerdotes, muchos de ellos religiosos, 163 laicos un buen número de ellos vienen de otros lugares del país para colaborar en la misión.





Aquí estamos Carmelitas del S.C., Adoratrices, Misioneras de María Dolorosa, Scalabrinianas, Misioneras de la Eucaristía y otro montón de institutos religiosos femeninos, Jesuitas, (sólo ellos son 16 repartidos en cinco casas en diversos poblados y con un solo superior para todos) Vicentinos, Redentoristas, Maristas y otros, más los sacerdotes diocesanos que también hay.







Es una zona indígena, Tarahumara y Tepehuana, también hay mestizos o chabochis como los llaman los indígenas, pero la mayoría son indígenas. La zona es muy fría, de hecho, el camino de llegada a Baborigame me tocó con nevada, todo se veía precioso, blanco, fue un hermoso recibimiento, aunque pesadito, porque en bus hasta acá, se hacen como 27 horas, lo bueno es que no me las aventé de jalón, porque antes hicimos un intermedio en un poblado llamado Sisoguichi, para una reunión de Profectar (Proyecto de Fe Compartida de la Tarahumara); llegar a esta reunión fue un descanso, además de una bendición, porque me permitió tener un panorama del trabajo y la situación que viven estos pueblos.





Ya les iré compartiendo la experiencia y riqueza de esa reunión y del ánimo que me dio convivir con otros misioneros y misioneras que entregan su vida por aquí. Todo estos es un mundo nuevo para mí, me siento totalmente aprendiz y en mucho “reposo” después de la agitada vida de la ciudad, aquí, se trata de ir lento, despacio, mirando muy bien cada pisada, como dicen los Tarahumaras, para saber y conocer el camino como sus antepasados.






Esta es nuestra casa y si vienen, serán bienvenidos









Eso sí, hace muuucho frío, de hecho, el agua amanece congelada, todo helado, así que mejor ya me voy porque ya se está haciendo tarde y me agarra la helada en la calle. Nos veremos muy pronto para dejarles algunas fotos que quiero compartir conustedes y las disfruten.

Un abrazo para todos




Arroyo del camino a la comunidad Llano Grande

Indígena Tepehuana de la comunidad de Las fresas, su hijo acababa de morir en un accidente, por eso su rostro tan triste.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Luz, soy Celia, ojalá te acuerdes de mí, estuve de voluntaria en Bawinokachi hace dos años, el último año que estuvo Yuyú ahí en Bawino con su hermana también. Mientras buscaba información para unas actividades me encontré con tu portal de pura casualidad. Qué coincidencias que Dios nos pone en el camino, para que yo recuerde un poco de lo mucho que aprendí en ese año en la Sierra y también de lo que aprendí de gente bien luchona como tú. Enserio convivimos super poquito, pero yo no me olvido de nadie. Espero todo ande bien por ahí. Un abrazo fuerte y disfruta del friito. Saludos a todo el equipo de salud. Con todo mi cariño y mi oraciones desde Mérida. Celia Escalante